» Visión, revelación, contemplación: lo que en efecto carateriza la experiencia erótica es que privilegia el sentido de la vista, que se basa por completo en el intercambio visual, en la relación de ojo a ojo. El flujo erótico, que circula del amante al amado para luego reflejarse en sentido inverso del amado al amante, sigue en sus idas y venidas el camino cruzado de las miradas, sirviendo cada uno de los dos miembros de la pareja al otro como espejo en el cual, por el ojo de quien tiene enfrente, será el reflejo duplicado de sí mismo lo que perciba y lo que siga con su deseo. ¿Será, por tanto, necesario concluir de esto que Platón hace suya la tesis mantenida por Aristófanes en El banquete? Según el mito narrado con inspiración por el poeta cómico, el deseo amoroso es efecto del estado de incompletitud en el cual nos encontramos desde el momento en que, por orden de Zeus, fuimos divididos en dos partes. Eros viene a ser la nostalgia de nuestra perdida unidad. Cada uno de nosotros busca a ese otro sí mismo, a su mitad simétrica, a ese doble exacto de sí mismo que, juntado de nuevo a la media porción en la que nos hemos convertido -como si el espectador situado frente a la superficie del espejo consiguiera por fin unirse con su reflejo en el cristal y coincidir con él- nos restituiría la absoluta completitud, la integridad total que en el origen habíamos conocido.»

EL INDIVIDUO, LA MUERTE Y EL AMOR EN LA ANTIGUA GRECIA. Vernant, Jean-Pierre.

Stephen mackey II

                                                                                                 *   STEPHEN MACKEY  *

Deja un comentario